Por Lucía Roitbarg
Con dirección de Antonio Célico, la obra está
interpretada por cuatro actores en una sala pequeña, íntima, que invita al público
de entrada a ingresar en el clima onírico y musical que propone el director.
De acuerdo a lo que el espectador puede leer en el programa, Danzón Park es
la historia de un héroe y un traidor. Nada de esto, sin embargo, se presenta de
manera acentuadamente realista. La escenografía es la encargada de denotar
mejor aún esta irrealidad: los objetos cuelgan de sogas, telas blancas atraviesan
el espacio y también a los personajes, ningún elemento mantiene su función
convencional o, al menos, tiene más de una. De la misma manera, el vestuario y
la iluminación se encargan de mantener esta atmósfera indefinida.
Arcos (Pablo Urruty) es el famoso héroe de la historia. Leda (Laura Torres), su
esposa, vive en un estado de ensoñación o sonambulismo y su comunicación con
él se perfila incoherente, confusa. La tía de Arcos (Viviana Yoselin Delgado) es
el personaje que más protagonismo adquiere. No sólo porque es su interlocutora,
sino porque su excéntrica forma de ser, hablar, moverse, es la que acapara la
mayor atención. Esta tía, por momentos parecida a una bruja, por otras a un
bufón, es quién pretende abrirle los ojos a Arcos para que sepa que su esposa lo
traiciona. Pero los ojos de Arcos sólo parecen ver a través de Leda. Por último
está el personaje de Arcos joven (Lucas Sánchez), con quien Leda se escapa para
ir a Danzón Park (lugar donde Leda y Arcos iniciaron su historia). Este personaje
también tiene a su cargo las partes musicales de la obra, si bien casi siempre es
acompañado por el resto del elenco.
No resulta del todo fácil comprender el argumento un tanto divagante y ambigüo
de Danzón Park. Si bien algunas frases se repiten muchas veces buscando la
redundancia de sentido, los dos planos en los que el director se maneja para
contar la historia (el real y el onírico) no logran armonizarse por completo. Esto
crea cierta dificultad para seguir lo que sucede o para entender adónde llevan los
parlamentos de los actores. Porque cada uno de estos tiene más de recitativo
que de diálogo y las frases demasiado armadas que utilizan (se compara el amor
y el dolor, la felicidad con la revolución, etc) no terminan de transmitir verdaderos
sentimientos o marcar un rumbo para la historia.
Es así que entre lo fragmentario de las acciones y de los diálogos, el espectador
va armando su versión de lo que sucede, aunque no convenza del todo. Ideas
sobre la lucha armada revolucionaria y sobre los desaparecidos se dejan entrever,
pero en frases sueltas que no logran conectar con lo que sucede en la obra ni
evocar sentidos a partir de lo que el espectador conoce de la Historia Nacional.
Por otro lado, Danzón Park se extiende por demás en una poco elocuente historia
de amor. Esta desconexión general consigue una obra un tanto extraña y con la
que sin duda es difícil conectar.
Viernes a las 21.30 hs.
Espacio Urbano (Acevedo 460)
Entrada $70
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