Mitologías: "Licencia número uno" de Matilde Michanie

Por Emiliano Basile

En este caso, la figura del héroe adquiere un significado particular. La protagonista es una boxeadora, heroína por antonomasia si las hay. Los luchadores de la vida, les dicen; y el cine a lo largo de los años se encargó de otorgarle este sentido a los tantos casos que representó, desde la fábula del sueño americano con Rocky (John Alvilsen, 1976), pasando por la caída del peronismo con nuestro Gatica, el mono (Leonardo Favio, 1992). Todos casos valederos, metáforas significativas de un personaje, una época, una lucha.

La ‘tigresa’ Acuña es el caso de una mujer y, si uno busca la figura mítica de una mujer luchadora en la historia argentina, no es muy difícil descifrar cual puede ser. La primera que viene a la mente es Eva Perón, Evita, como se la conoce. De origen humilde, con ansias de lucha, de ejemplo de los más débiles y apañada por un hombre que fue Perón, muere joven de una muerte trágica, quedando en el recuerdo inmarcesible de una sociedad. De este modo, encarna tipos míticos que permiten que Tomas Eloy Martínez hable de “Santa Evita”.

Tal comparación (Tigresa-Evita) parece obvia y a la vez extraña, difícil de comprobar. Pudiera decirse que es un poco arbitraria, si no fuera por las escenas que la misma película se encarga de justificar. En particular, hay un plano en el comienzo del film, donde los orígenes de la Tigresa son recreados por una dramatización, o ficcionalización de su infancia, y es cuando ella comienza a entrenar en el club de barrio acompañada por su profesor y posterior compañero de vida. A la salida, ellos ya noviando, caminan abrazados en un plano panorámico que los ubica debajo de una singular fachada. Sobre ella se ve un gran afiche de Perón abrazado a Evita. La imagen recubre todo el plano. De izquierda a derecha del mismo, la joven pareja integrada por Marcela Acuña y su entrenador, cruzan el cuadro abrazados de igual manera que en afiche. Se construye un desdoblamiento, una situación espejo, que genera una identificación directa, evidente e intencional de las parejas que aparecen en el plano. Así, el imaginario de la protagonista está ligado a la figura de Eva Perón, otro mito nacional y popular.

La construcción que hace el film de la figura mítica de la Tigresa Acuña, se sostiene entonces sobre otro mito que es el de Eva Perón. En el cuerpo de la Tigresa, la documentalista Matilde Michanie coloca la idea simbólica de la lucha femenina en un mundo masculino. Es el caso de Evita en la política argentina y es el caso de la Tigresa en el boxeo. El tratamiento heroico corresponde a orígenes humildes, a convertirse en ejemplo para otras boxeadoras, al sacrificio y entrega por obtener el reconocimiento allí donde parece imposible de lograr. En ese punto, se suma otra característica, la de realizar hazañas inimaginables.

Con este tratamiento, la realizadora yuxtapone la figura de la Tigresa Acuña a la de Evita. Ejemplo a seguir y orgullo nacional. La memoria y vivencias de una son recogidas por otras (de Evita a la Tigresa, de la Tigresa a otras boxeadoras), construyendo la memoria colectiva de la lucha por los derechos femeninos.

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