Obra: El patio de la morocha

Funciones: de martes a domingos, a las 21, en Bartolomé Cruz y Laprida, Vte López. Entrada: $ 40. Venta en boletería de la carpa y en el Maipo, Esmeralda 443.

Por Lucía Roitbarg


Que (Re)viva el sainete

Antes de ingresar a la obra propiamente dicha, es pertinente aclarar que El patio de la morocha es un emprendimiento del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que propone, según se plantea en el programa de mano, una apuesta cultural dirigida al afianzamiento de la identidad argentina en lo que a bienes culturales respecta. Por otra parte, el espacio elegido para montar la obra es una carpa, pues retomar la idea del circo criollo es otra de las iniciativas que aspiran a que el público tenga la oportunidad de revivir los orígenes del teatro argentino. Hechas las aclaraciones necesarias se puede hablar de la obra desde un marco que ayuda a entender qué tipo de puesta se pretendió encarar a fin de lograr los objetivos anteriormente mencionados.

El patio de la morocha es un sainete musical compuesto por  Cátulo Castillo y Aníbal Troilo en el año 1952 y la dirección en esta oportunidad se encuentra a cargo de Claudio Gallardou. Por ser justamente la música la principal protagonista del espectáculo, la presencia de Susana Rinaldi como primera figura es una acertada manera de convocar a un público que aplauda el tango y lógicamente su privilegiada voz. Pero no es ella sola la encargada de interpretar las canciones que conforman el espectáculo. Lo primero que escuchamos iniciada la obra es una orquesta dirigida por Juan Carlos Cuacci, encargado de los arreglos y la dirección musical. En sus más de dos horas de duración, también se lucirán las voces del actor Miguel Habud y Roxana Fontán, quienes conforman la pareja protagónica, Martín Luna y Argentina, la morocha. Entre los demás protagonistas se destaca la presencia de Roberto Carnaghi como Renuncio Verdiales, el padre de la morocha, una elección infalible si de primeras figuras se trata. A su lado, componiendo una típica madre y esposa italiana, se encuentra Laura Bove como Doña Rosa, una de las actuaciones más ovacionadas por el público asistente al estreno. El elenco secundario también tiene nombres valiosos como Juan Vitali, Silvina Bosco, Julio López y César Bordon, que junto con los bailarines, componen una dinámica interesante que ayuda a revivir las formas saineteriles.

La historia principal es la que protagonizan Martín, dirigente obrero y La morocha, hija de un representante del Partido Conservador. Ellos son la típica pareja imposible del sainete. Su amor está prohibido por el padre de ella, quien a cambio de conseguir financiación para su campaña política negocia el futuro de su hija con un hombre mayor dedicado a los negocios. En este sentido, es pertinente notar la vigencia de la temática en los melodramas o novelas actuales. Hay cosas que parecen no cambiar nunca, o fórmulas infalibles que garantizan el éxito. Rodean a esta pareja una serie de personajes secundarios encargados de condimentar la historia de cierta comicidad y alivianar el melodrama. El sainete propiamente dicho se valía de una serie de recursos para ello, que si bien acá están presentes, su eficacia no es la misma. A la pareja protagónica la duplica la pareja secundaria pero cómica, en El patio… son Camoirano (César Bordón) y América (Carla Pantanali). Él no para de “hacerle el verso” pero ella quiere que se enserie y le pida matrimonio. El género permitía una serie de caricaturas entre los personajes, esta era una de las principales armas para apelar a la risa del público. En esta recreación del género se toma la exageración pero el efecto no es tan logrado. Incluso cuando se incluyen los “aparte” (el actor se dirige en forma cómplice al público) no se obtiene el feed back necesario y el humor queda relegado. El costumbrismo típico del género tiene aquí también su lugar pero, claro, aquel costumbrismo no es el de hoy y en ese desfasaje temporal se pierde su elocuencia.
Para conseguir el cuadro de época se hacen presentes los pendencieros, las prostitutas y los arrabaleros. También el cocoliche y el lunfardo también reviven en esta obra, así como el tango y la milonga que funcionan comentando el argumento y también se incluyen como parte de él, haciendo avanzar al mismo. El escenario principal, el patio de la morocha, tiene también su carga dramática, allí se suceden las historias más felices pero también es testigo de las tristezas de los personajes. Quizás el nombre de Gallardou alienta cierta expectativa respecto de una puesta más aggiornada al presente. Sin embargo, su trabajo del espacio es más bien tradicional, aunque correcto.

Se puede afirmar, por todo lo anteriormente expuesto, que la puesta se adecúa a lo que se pretende vender. Lógicamente, cualquiera puede acceder a ella, justamente es lo que se busca. Pero si de recepción se trata, es más que obvio que por razones de época hay un público que gusta más de una obra así con una fuerte carga de tradición criolla; y otro que, por mismas razones, queda excluido. No por no entenderla sino porque su lenguaje es ya anticuado para aquel que está acostumbrado a los códigos del teatro actual. El patio de la morocha pretende trascender el mero espectáculo como entretenimiento. Actualmente su estreno tiene más sentido como obra de interés histórico y cultural. Esto no desmerece a la obra como espectáculo, que acerca al público un musical de calidad, pero es desde el aquel otro lugar que se debe leer.

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