Por Rocío Gonzalez
La comparación con Cirque du Soleil en la producción de Flavio Mendoza es prácticamente inevitable. Aunque no necesariamente sale ganando.
Mientras la compañía canadiense presenta espectáculos cohesionados, con una visión global de lo que quiere transmitir con cada show, la compañía argentina - haciendo honor a un dicho nacional- es “la Biblia y el calefón”. Números de circo popular tradicional se encuentran junto a números que parecen salidos de un cabaret, con mujeres que se mueven con plumas al mejor estilo music hall – aunque para ser justos la posibilidad de esta conjunción de estéticas ya se anuncia en el título. El engaño radica en que para promocionar la obra los realizadores lo comparan con un espectáulo que está en otra liga.
La función comienza con un número de la obra Alegría del Cirque. Y no estamos hablando de una cita, sino que literalmente tomaron un segmento del otro espectáculo (música incluída) y lo insertaron en “Servian”.
Algunos números se destacan, como el de la contorsionista, el dúo de equilibristas y el de las motocross. Y realmente es digna de mención la labor de los clowns y payasos. Pero hay algunos problemas con la cinta elástica (nuevamente una copia burda de la renombrada compañía circense) y con el sonido.
El mayor problema radica en la yuxtaposición de números de alta calidad con segmentos que directamente carecen de buen gusto (el mejor ejemplo es el número de magia, con unas asistentes que mucho nos recuerdan a la Coca Sarli en sus años de juventud).
Porque no es un problema de falta de recursos, sino de falta de buen gusto. No hay una visión global de cuál es la estética del espectáculo. Mendoza toma todo lo que está a su alcance y que sea efectista para impactar visualmente, sin tener ningún tipo de sistema de edición.
Pero una cosa es cierta, en este sentido de la mezcla, vuelve a las raíces del circo. El fracaso aparece en el momento que desea sacarlo del plano de lo popular y llevarlo al de la alta cultura o al de una performance internacional. Allí es donde “Servian, el circo music hall” hace agua por todos lados y se transforma en algo kitsch.
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