Libro: "Las alas del dinosaurio" de Sissel-Jo Gazan

Por Ezequiel Obregón

“Las damas del horror” es una denominación que bien podría servir para agrupar a una serie de escritoras que, tras su impávido rostro victoriano, encierran un aura de misterio. Aura que se materializa en una buena cantidad de historias; relatos en donde el horror y lo macabro ocupan un lugar protagónico. Pensemos sino en Ruth Rendell, pero también en Patricia Highsmith y, claro, en Agatha Christie. Todas ellas han muerto, pero si hoy forman parte de los “clásicos del suspense” es porque sus libros calaron hondo (si se me permite la metáfora mortuoria) en la mente de sus millones de lectores. Poco a poco van apareciendo “destellos”; acaso, jóvenes escritoras que aspiran a subirse al podio del horror. 

La danesa Sissel-Jo Gazan ha estado recientemente en el FILBA, en donde presentó su novela Las alas del dinosaurio, y con su creación parece cumplir con una serie puntos que la asocian directamente a aquella tríada, por más que en la solapa luzca mucho más risueña de lo que se podría esperar. 

Su novela tiene aspiraciones de best seller: lo ha sido en su país y, con el impulso de Random House, bien podría lograrlo en el resto del mundo. Traducida por Blanca Ortiz Ostalé, Las alas del dinosaurio se desarrolla entre padres abandónicos, amigos que se pierden (en todo sentido), mujeres que deben hacerse cargo de los desastres que producen los hombres y aquello que parece ser el centro neurálgico de esta ficción: las despiadadas luchas académicas, con el campus como tropos de un círculo de miserias, mentiras, ambiciones desmedidas y crimen. El que aquí acontece es el del tutor de Anna Bella, uno de esos “viejos zorros” que pululan por las universidades y que se mantienen a una discreta distancia de todo y de todos con tal de proteger su teoría. Que, en este caso, está más que validada: las aves descienden de los dinosaurios. Lo contrario piensa Clive Freeman, su principal oponente, otro “viejo zorro” que, además, tiene una vida doméstica signada por la violencia, y que se ha cansado de proclamar la tesis contraria, por más de que el mundo académico se ría de él. 

Como novela de suspenso con aspiraciones de masividad mundial, Las alas del dinosaurio cumple a rajatablas con la premisa de aferrarse a un universo compacto pero, a la vez, matizarlo con un drama cotidiano. Aquí es el de Anna Bella, madre soltera porque su pareja la ha abandonado. Su actual deseo es terminar su carrera de bióloga. Pero para conseguirlo debe hacer la defensa de su tesis, justo cuando asesinan de una manera cruenta (que no develaremos) a su tutor. 

El relato está plagado de flashbacks que se suscitan con atrapante fluidez. Será necesario comprender por qué está encabronada con su madre, por qué se distanció de sus amigos, por qué ha entablado una relación amistosa con su compañero de trabajo… Y, como si fuera poco, habrá también que entender por qué el policía designado para investigar el caso tiene todo un pasado duro que mitigar con su labor, y en medio de la investigación se enamora de una posible asesina. Este último “por qué” es la arista que no termina de encajar del todo; en esta galería de atrocidades no queda demasiada tela para el romance y, si bien apenas está sugerido, resulta poco convincente. Tampoco “cierra” del todo la resolución del enigma. Y no por falta de destreza narrativa (que la hay; la novela se lee de un tirón), sino porque es un tanto maniquea y tiene un grado de lateralidad que se asume como una pista no demasiado elaborada. En el policial, se sabe, cada pista es un punto en una red. 

La autora sí triunfa en la introducción de temas científicos, fundamentales para llevar al lector al corazón del drama. Sí, son de manual sus reflexiones sobre el falsacionismo de Popper, por citar un caso, pero el título de bióloga de la propia escritora demuestra que sabe de lo que habla y que, como la heroína de la historia, terminará la última página dando un salto bien grande en la cadena de las “damas del horror”.

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