Por Emiliano Basile
Woody Allen interpreta a un escritor en plena crisis existencial y profesional, cuyo éxito se vincula a llevar al papel intimidades de su propia vida. Así se gana el odio de quienes lo rodean. Familiares, amigos y ex que saben que cualquier comentario que le hagan al escritor puede ser leído por miles de personas. Por esas cosas del destino, el escritor es homenajeado por su obra en la Universidad de la que fue expulsado como estudiante (chiste Allen si los hay) y, a falta de compañero de viaje, lleva consigo una prostituta africana, un viejo amigo y a su pequeño hijo, al que acaba de secuestrar.
De tanto en tanto Woody Allen realiza una película sencillamente genial. Es el caso de Los secretos de Harry (Deconstructing Harry, 1997), otra gran idea del realizador neoyorkino para exponer todos los tópicos que deambulan a lo largo de su obra.
Woody Allen interpreta a un escritor en plena crisis existencial y profesional, cuyo éxito se vincula a llevar al papel intimidades de su propia vida. Así se gana el odio de quienes lo rodean. Familiares, amigos y ex que saben que cualquier comentario que le hagan al escritor puede ser leído por miles de personas. Por esas cosas del destino, el escritor es homenajeado por su obra en la Universidad de la que fue expulsado como estudiante (chiste Allen si los hay) y, a falta de compañero de viaje, lleva consigo una prostituta africana, un viejo amigo y a su pequeño hijo, al que acaba de secuestrar.Los secretos de Harry entra en sintonía con los recursos formales del título original cuya traducción sería “Reconstruyendo a Harry”. Desde el principio Allen elige una narración fragmentada. Escenas que plantean varios cortes desde la misma posición de cámara mostrando lo inconexo del relato. Allí juega la fragmentación de los recuerdos de Harry, quien no distingue entre su pasado real y el escrito en sus libros. Fantasía y realidad plantean este juego donde reconstruir los pensamientos de Harry será la clave.
Complejo e interesante, el filme muestra la delgada línea entre realidad y representación. Personajes fuera de foco, personajes que representan el alter ego del escritor, otros que están muertos o que vienen a ser la versión “disimulada” del escritor como él mismo se encarga de fundamentar. De hecho, hay un chiste final con su personaje atravesando los círculos del infierno del Dante –en ascensor- y con Billy Cristal interpretando al mismísimo ¡¡¡Diablo!!! Sólo a Woody Allen se le puede ocurrir.
Ingeniosa, divertida, y siempre sarcástica, Los secretos de Harry se impone como uno de los mejores filmes del director de Sombras y Niebla (Shadows and Fog, 1991) de la década del noventa.
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