Obra: Escoria

Por Laura Recio

Escoria es una creación de Muscari que aparece como la respuesta reactiva al espectáculo teatral de hoy, plagado de verdades absolutas e incuestionables, donde los estilos, las formas y los tiempos se espera que sean revulsivos, comprometedores y siempre profundos. Muscari se revela a esos designios y propone otra vía de arribo a similares cuestionamientos.

La obra es una síntesis original del juego, a veces revelador, otras obsceno, que se despliega sobre el escenario a la hora de la actuación. Sólo que en esta ocasión, el juego está jugado por seres frágiles, inoculados de nostalgia que sólo en ocasiones deja filtrar el brillo del talento sin edad.

Porque Escoria es eso, un cúmulo de imágenes nostalgiosas que se evocan desde la pantalla ubicada en el fondo del escenario y donde el público juguetea a reconocerlos y reconocerse en ese espacio y en ese tiempo, con una luminosidad y un color que remite a las infancias, a lo simple, a lo naif de épocas pasadas.

Y el efecto crece y se sobredimensiona, cuando las imágenes proyectadas de los momentos de gloria de los artistas en escena se conjugan con los personajes completando la puesta al dialogar con la vorágine de testimonios que la pantalla muestra y parece independizarse de lo que transcurre a sus pies.

Porque la pantalla testimonia dando cuenta de los ayeres de estos seres que, en un doble juego, quedaron inmortalizados a través del tiempo, y a la vez cobran vida cuando se los convoca.

La propuesta fue reunirlos para potenciar esos sentimientos ambiguos, opuestos, contradictorios: la tristeza de lo que no fue (nunca o casi nunca reconocidos por el gran público como verdaderos talentos) y la emoción de lo que perdura en el placer de las tablas más allá de lo efímero de la popularidad

Queda en el espectador desentrañar cual prevalece en el bagaje de impresiones que bordean el límite entre la complicidad de un pasado idealizado y lo patético de un presente sin retorno.

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